Desarrollo
de una “estructura ética personal”
La
construcción de un proyecto de vida personal necesita previamente (en sentido
lógico, ya que cronológicamente puede ser simultáneo, lo que inclusive sería
preferible) del desarrollo de una estructura ética capaz de viabilizar y
sostener los contenidos éticos de la propia vida en la persona. Pero a su vez,
el desarrollo de la estructura ética en la persona tiene una funcionalidad
mucho más amplia para la vida moral que el hecho de ser capaz de construir un
proyecto de vida.
La
estructuración ética de la persona implica el desarrollo de una serie de
contenidos que deberán ser definidos por la propia persona, pero cuyo proceso
es claramente competencia y responsabilidad del instrumental pedagógico que se
implemente en el proceso de educación ética. No se trata solamente de que la
persona sea capaz de definir los contenidos, sino de que lo haga conscientemente,
que estos se integren en un todo coherente entre sí, y que ella tenga la
capacidad de reformularlos autónomamente.
Para hacer
posible dicha estructuración será imprescindible establecer e implementar una
serie de estrategias pedagógicas que configuran específicamente el ámbito de
trabajo de la “educación ética”. No debemos olvidar que esta estructuración
corresponde al nivel de la conciencia moral de la persona, y será la que
permita su ejercicio autónomo y, por tanto, humanizante.
Podemos
esquematizar los elementos integrantes del proceso de formación de la
estructura ética de la persona en torno a tres ejes fundamentales:
1. Formación
para la configuración de referentes éticos.
Para un
dictamen cierto y verdadero de la conciencia moral es necesario desarrollar la
búsqueda de certezas a nivel de contenido moral. Al ser humano le resulta
imprescindible saber lo que objetivamente es “bueno” y lo que es “malo”, aunque
se trate de una certeza en el nivel abstracto y necesite, posteriormente, ser
aplicado al caso concreto.
De no ser
posible esta certeza ética, la persona quedará desorientada y con incapacidad
estructural para tomar resoluciones responsablemente. Proyectando esa situación
a la globalidad de la vida, en última instancia, a la persona con incapacidad
de certezas sobre lo objetivamente bueno o malo le resultaría imposible la
coherencia, la autenticidad y, finalmente, el desarrollo de un proyecto de vida
real.
En
sociedades plurales, como las nuestras, la construcción de referentes éticos
objetivos no puede darse en forma pacífica a nivel social general, ni debe
dejarse librado al arbitrio de la autoridad, sea ésta del tipo que sea. En la
sociedad, se tratará de construir mínimos éticos(6) para hacer
posible una convivencia humanizante; pero, para hacer posible el desarrollo
pleno de la persona, ésta necesita de máximos éticos de referencia objetiva,
que necesariamente deberán ser construidos y asumidos por la propia persona.
Así, al
hablar de la configuración de “referentes éticos” aludimos al proceso mediante
el cual la persona va progresivamente construyendo certezas acerca de lo
éticamente “bueno” y lo “malo”, en cuanto van más allá de la mera voluntad o
sensibilidad propias, es decir, en cuanto no están sometidos a la pura
arbitrariedad del sujeto. En términos generales, hablamos de hacer posible para
el sujeto, la configuración de un marco de referencia de la objetividad ética.
En este
proceso de construcción podemos apuntar algunas líneas de trabajo necesarias
para el desarrollo del sujeto ético:
a) Aprender
a clarificar lo que “cree”, lo que “siente”, lo que “puede”.
Así,
mediante el desarrollo de esta capacidad en la persona, entre otras
consecuencias, se evitará en gran medida: la confusión entre deber y
sentimiento (con toda la carga de culpabilizaciones no adecuadas que la persona
psicológicamente puede desarrollar), el voluntarismo (con su secuela de
frustración) y, sobre todo, la sensación de un relativismo subjetivista que
paraliza desde el punto de vista ético y que termina generando des-moralización
en el sujeto.
b) Aprender
a no autojustificarse.
El ser
humano normalmente necesita buscarle una justificación plausible a sus actos,
tanto ante sí mismo como ante los demás. El problema radica en la objetividad y
adecuación a la realidad de esas justificaciones, es decir, en que en realidad
esos actos no sean justos (adecuados a la realidad) o que esa justificación no
sea plausible.
Ciertamente,
la decisión de enfrentar la verdad en toda circunstancia implica un coraje no
fácil de adquirir. Pero, además del coraje, implica, entre otros elementos, el
desarrollo de habilidades de autocrítica y de aceptación de niveles de
incoherencia e inconsistencia de los propios actos.
c) Aprender
a buscar la verdad.
La verdad no
es autoevidente ni unívoca en la realidad histórica donde se desenvuelve el ser
humano. Debe ser buscada trabajosamente, asumiendo el esfuerzo, las incertezas,
las crisis personales y los momentos de claridad y obscuridad que el proceso
implica. Buscar la verdad exige decisión, coraje, así como también instrumentos
y habilidades que la hagan posible. Aprender a buscar la verdad supone el
desarrollo de la capacidad real de diálogo, es decir, aprender a confrontar con
otros las propias certezas y las propias dudas, mediante argumentaciones
consistentes y con capacidad de interacción intelectiva, especialmente con
aquellos que tienen perspectivas conceptuales distintas. La construcción de
certezas sólo será abierta en la medida en que dichas certezas puedan ser
confrontadas y sostenibles, a juicio del propio sujeto, ante otras posturas
contradictorias con la suya.
d) Aprender
a discernir entre las diferentes guías de valor en una sociedad plural.
Frente a los
conflictos socio-morales que la persona debe afrontar, la sociedad ofrece una
variedad de guías de valor o criterios morales, cada uno de los cuales supondrá
previsiblemente diferencias en el resultado final respecto de las demás. La
persona necesita aprender a calibrar las diferentes propuestas éticas que
recibe, a efectos de discernir cuál o cuáles de esas guías de valor son las que
más condicen con sus certezas fundamentales. Esto implicará que la persona sea
capaz de distinguirlas, que sea capaz de inferir los elementos antropológicos
fundamentales que subyacen a cada una, y finalmente, que sea capaz de proyectar
sus resultados.
Dada la universalidad de la ética,
siempre vamos a encontrar en cualquier ámbito en el que se desarrolle el ser
humano, sin importar si sea a novel social, científico, ecológico, económico,
etc. En la cual deberá jugar un papel
crucial en la toma de decisiones y en el cursar de una acción.
La ética se encuentra en todos los
quehaceres del ser humano, sin importar la raza, religión donde habiten, sexo, edad, etc., porque
nuestros actos siempre van estar determinados a cumplir siempre que los
lineamientos personales y sociales a favor del ¡bienestar entre semejantes,
siempre y cuando estén guiados por nuestras virtudes y valores más elevados